A los 13 años dejé la escuela secundaria y me puse a trabajar con mi familia en la peluquería. Después entré a una muy importante de Mar del Plata, Norma Belfiore, y ahí trabajé mucho tiempo. Me casé, tuve hijos y a los 32 años ya tenía mi propia peluquería, con mucho sacrificio, y realmente me fue muy bien. Ya tenía mi salón en la calle Güemes e hice un curso con la empresa Loreal. Ahí me di cuenta que me gustaba estudiar y pensé en terminar el secundario», cuenta la marplatense Alejandra Grippaldi, quien a los 35 le dio un giro radical a su vida.
«No sabía qué estudiar después pero quería tener mi título secundario y ahí sentí que había logrado algo que me colocaba en otro lugar. Cuando te hace un ‘clic’, uno se da cuenta de lo que es capaz y que no es imposible. Me hizo muy bien terminar el secundario y me dio el ímpetu para ir por más», recuerda en una entrevista con medio marplatense.
«Obtuve mi título e inmediatamente quise seguir. Me anoté en la Universidad FASTA en fonoaudiología y durante ese primer año me fascinó la anatomía. Estuve estudiando mucho y el profesor que tenía me cuenta un día que se abría la carrera de medicina y que me podía anotar. Le dije ‘no, ni loca, a esta edad empezar, no me va a dar la cabeza’. Pensaba que estudiar medicina era para gente muy inteligente».
Entonces ocurrió el primer golpe de suerte. A Alejandra la llamaron de la Universidad, ofreciéndole estudiar medicina sin pagar el ingreso, ya que tenía muy buen promedio. «Mi psicóloga me preguntó ‘¿a qué le tenés miedo? Y le dije, a que no me dé la cabeza, y que no pueda’. Tenía tres hijos, un negocio, una familia, era grande, tantos años de estudio me daba miedo. Y ella me animó a probarme a mí misma. Rendí el examen y quedé en el puesto 30 de ingreso, pero tenía que pagar una carrera y trabajar, y ahí fue cuando decidí que vendería mi negocio».
«Empecé medicina y me enamoré de la carrera, de la anatomía y de la cirugía después. En el tercer año de la carrera, mi situación personal y privada cambió, y pensé en irme del país. Me costó mucho terminar la carrera porque en ese tiempo me separé de mi esposo y mi situación había cambiado completamente. No me alcanzaba con lo que me daba para vivir, así que pedí ayuda a la Universidad y siempre me demostraron que enseñan la medicina desde lo humano y no solamente con el paciente sino con el ayudar al otro. Le quiero agradecer eternamente a la decana Julia Elbaba», cuenta.
«Recibí una beca del 50% de la Universidad y además me ofrecieron dar clases en el ingreso a medicina. Estaba en la ayudantía de anatomía y tutora de los chicos de primer año. Con todo eso casi no pagaba nada la Universidad. Y con mucho sacrificio, haciendo trabajos particulares de peluquería en casas, pude terminar la carrera en los seis años que corresponde. En diciembre de 2015 tuve mi examen final. Fue un momento hermoso, soy la única médica de la familia, estaban mis tres hijos. Después del nacimiento de mis hijos fue uno de los mejores días de mi vida».
Durante el último año de la carrera, los estudiantes realizan pasantías en otras instituciones y Alejandra pensó en la posibilidad de irse a otro país. «Busqué una rotación optativa en el exterior, mandé cartas a Suiza y todas fueron negativas. En paralelo empecé a estudiar alemán. Tengo una prima que vive en Londres y conseguí una rotación para ir a un hospital de ahí. Todo fue por intermedio de un conocido, le pregunté la posibilidad de ir. En el servicio en el que estaba, el jefe hablaba español y hacía poco que había rotado una chica de Buenos Aires. Me dijo en qué fecha iba a ir, yo no sabía, no tenía un peso partido por la mitad pero quería ir. Y se me ocurrió ir en verano de Argentina para alquilar mi casa y con esa plata me podía ir a Londres. La alquilé rápido y le dije a este cirujano en Londres, al otro día me dice que el profesor había aceptado mi rotación. Luego me entero que ese profesor que me había aceptado era de los mejores cirujanos del mundo».
La experiencia le gustó, porque después de vivir en Londres dos meses, decidió definitivamente que quería irse de la Argentina. «Cuando volví a Argentina le conté a mi profesora de alemán mi idea y me hizo un contacto con una médica de allá llamada Mariana Santos. Preparé todo para irme en mayo, vendí todo: muebles, zapatos, ropa. Todo para tener dinero los primeros meses. Vine el 11 de mayo del 2016 a Düsseldorf. Hice rotaciones como médica invitada y después pude seguir haciendo cosas. Tres meses en cirugía pediátrica, tres meses en cirugía general, luego en un consultorio privado».
«Tenía que rendir dos exámenes para poder trabajar de lo mío, uno del idioma bastante estricto y otro de medicina. Al primero lo desaprobé dos veces y recién pude darlo bien la tercera vez, ya era octubre del 2018. Como no podía trabajar, al desaprobar el examen pude conseguir un contrato como ayudante de médico. No sos ni enfermero ni médico, hacés de todo un poco. De julio a diciembre ganaba muy poco como asistente, terminé el contrato, volví un mes a la Argentina y luego regresé a buscar trabajo como médica porque con ese primer examen aprobado ya podía ganar más plata aunque no podía trabajar del todo de médica», recuerda.
Actualmente, Alejandra trabaja en medicina del trabajo. «Eso me permite estudiar mi examen final y definitivo donde me voy a poder recibir y trabajar de médica, como si hubiese estudiado la carrera en Alemania. En este camino le quiero agradecer a la Dr. Med Nina Picker; al prof. Dor. med Wolfram T. Knoefel y a la Dr. Kathy Jalali», dice, contenta.
JF