viernes 26 abril 2024

Diarios de cuarenta, viernes 20 de marzo, día 1 de una experiencia inédita

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En casa somos dos adultos mayores, categoría: población de riesgo. Riesgo para nosotros y para los demás. Sanos y obedientes zarpamos en un crucero que no elegimos con rumbo desconocido.

Como era una medida previsible, ayer salimos a abastecer nuestra despensa y el freezer. La gente hacía cola en las veredas, algunos compraban lo básico o lo que podían, otros salían bamboleándose con bolsas enormes que parecían destinadas a un batallón de infantería. La mesura y el respeto al prójimo no se imponen por decreto.

Alimentos secos no perecederos, es lo más seguro, pensamos. Una duda nos asalta: cuantos kilos de porotos, lentejas y cereales puede soportar un ser humano común? Será cierto que permanecerán abiertos los supermercados, las farmacias y las estaciones de servicio ? Son incógnitas que solo se irán despejando con el correr de los días. El valor de la palabra oficial tendrá otra oportunidad. Ojalá que la palabra empeñada coincida con los hechos. La paciencia es corta cuando se atraviesan situaciones críticas.

El bombardeo informativo no contribuye a la tranquilidad ni al conocimiento de nadie, por momentos agobia, o estremece. Cuando llegará el día en que las empresas de medios y los comunicadores recuperen la moderación, no griten y tengan la prudencia de dejar redondear una opinión a sus entrevistados?.

No estamos preparados para mantenernos con prisión domiciliaria, impuesta o voluntaria, que a los efectos prácticos es más o menos lo mismo, estamos encerrados y tenemos que aceptar, digerir, entender. Intentamos crear una nueva manera de relacionarnos y allá vamos. Lecturas pendientes, conversaciones familiares, redes sociales, mucho teléfono y todo para gambetear la trampa en la que caímos. Porqué nosotros, que hicimos mal, quien es el culpable, aprenderemos?

Encerrados el tiempo transcurre diferente, el sueño, el apetito, las rutinas se independizan de nuestra voluntad. Los estados de ánimo fluctúan y nos encuentra desconcentrados pese a que debería sobrarnos el tiempo para todo. El tedio, el temor a lo desconocido, no poder salir ni a cortarse el pelo y ni la más remota idea de cómo seguirá esta pesadilla es solo un pretexto para escapar de una nube oscura, el miedo. Para no dar más vueltas, miedo a enfermar y morir.

Al menos contabilizo un éxito, llegó el delivery y nos trajo las empanadas y el fainá de siempre.
CCrp.

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