sábado 20 abril 2024

En los tiempos del cambio nada es lineal, «Dinero metafísico»

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A través de la historia la economía inicia con un modelo de subsistencia. Que se hace de producción, se vuelve de consumo y hoy da lugar a una Economía 4.0 centrada en la creación de valor. Tras el título de una vieja nota -de los ’80- la cuestión es si esta economía emergente es moda, disrupción o bien el siguiente paso, lógico y esperable, de una (re)evolución en marcha.

Desde el mainstream
El intercambio persona a persona de las primeras épocas, de acciones que hacíamos por otros y/o de cosas reales -el trueque- fue reemplazado con el tiempo por su equivalencia en sal (y salario), piedras, etc., para afirmarse después en su paridad con cierta cantidad de metal precioso: su precio, en plata u oro. Luego, a través de monedas solo representativas de ese valor, la fabricación de “plata” alineó el modelo tras la garantía de los reyes grabada en el metal.

Más tarde, la entrada en escena de los bancos y la expansión del comercio intercontinental, impulsaron la aparición de papeles, notas representativas primero de cierta cantidad de esa “plata” (billetes), y de créditos y deudas después. La confianza pasa del rey al Estado, y la complejidad creciente se ordena detrás de entes responsables de gestionar tanto el dinero circulante como las reservas reales que lo respaldan (Bancos Centrales, Tesoro Nacional, etc.).

Con el perdón de los especialistas, cruzamos milenios en pocas líneas hasta mediados del Siglo XX. Y en el camino, mientras los instrumentos perdían materialidad, el esquema se hacía cada vez más dependiente de la confianza en actores cada vez más abstractos, más lejanos.

Pero sigue. En los ’60 se dispara el uso de las tarjetas de crédito. El papel garantizado también desaparece; la “plata” se hace plástico, y una estructura de gestión para que una comunicación establezca un movimiento de una cuenta a otra, sin dinero real a la vista de nadie.

En un paso más, EEUU abandona en 1971 “la convertibilidad” dólar/oro (el patrón oro), y la moneda rectora de la globalización es ahora dinero fiduciario (o “fiat”). Ya no vale por ser “plata” equivalente a reservas en oro: vale porque el gobierno dice que vale, y porque así lo asumimos.

Sin tener que respaldar ya con plata real la “plata” supuesta que gira por el mundo, y descartando una “Puerta 12” -donde todos juntos vayamos a retirar el dinero todo junto- se acelera una dinámica en la que el eje pasa a una nebulosa de entidades privadas fabricando dinero (y comisiones) a partir sólo de títulos, hipotecas, etc. y de “derivados financieros”.

Que representan paquetes de esos instrumentos de base; que representan líneas de Excel, que representan posibles movimientos futuros en las cuentas, de plata que vale porque alguien dice que vale, que alguna vez representaba en metal precioso el valor de cosas o acciones -ahora sí- reales.

Y sigue. Entre mediados de los ’90 y los primeros 2000, el e-commerce acelera el movimiento del dinero y los bienes/servicios anulando tiempo y espacios. Incluso el “plástico” ya es sólo su número, y sobre esa base la “plata” ahora aparece o desaparece al instante con un click o un toque al teléfono, moviendo por el mundo bonos, títulos, obligaciones; pérdidas y ganancias.

Sin saber bien ya quién, ni qué, respaldan qué cosa. Acumulando distorsiones, y con el medio hecho fin hace tiempo, la relación entre lo financiero y la economía real, la transparencia y confiabilidad del sistema se fueron evaporando al mismo ritmo que la desmaterialización del dinero en sí. Y si a alguien le cabían dudas, la crisis de 2008 trajo buenas pruebas de eso.

Desde los bordes
Mientras tanto, desde los bordes de esa dinámica económica, a mitad del S.XX la posguerra da impulso a dos grandes vectores de cambio. Por un lado una directriz pacifista, con la gente al centro; de inclusión, redes solidarias y conciencia ambiental. Y a la par un vector tecnológico que sale del laboratorio con la intención explícita de cambiar el mundo con/desde lo instrumental. Y aunque tendemos a leerlos por separado desde el inicio marchan juntos, como sostenía Steve Jobs. Casi como soft y hard de un mismo planteo, la intuición de un nuevo esquema.

Y es que ideológicamente, idealmente, la web y el desarrollo tecnológico tras ella, es una vía para democratizar la información y la innovación. Universalizar el acceso y distribuir el control: un mecanismo para que el poder lo tengan todos y nadie, en la primera gran transformación liderada por ingenieros y hacedores, más que por políticos y pensadores.

Con la economía tradicional sumando inconsistencias. Con ambos vectores acelerando en el backstage y más de una década de las economías de red creando valor mediante vínculos masivos uno a uno, los procesos decantan a inicios de 2009 con el surgimiento por un lado del Bitcoin, una versión segura de “plata” cien por ciento digital. Con el planteo clave al mismo tiempo, de un modelo confiable y escalable para la economía descentralizada.

Y de blockchain, la estructura tecnológica de soporte, una suerte de libro central alojado en una red distribuida que -con la blockchain de Ethereum como hito- con su evolución viene impulsando una nueva generación de la propia internet. Y de la economía global.

Una Economía 4.0 acelerada por un soporte de confianza digitalizada. De persona a persona pero en redes masivas, cooperando. De Finanzas Descentralizadas (DeFi) sin bancos detrás, que en línea con aquel par de vectores dan base a dos vertientes con la misma raíz conceptual. Una global y más hard; de alta tecnología digital y financiera, con criptomonedas, tokens, swaps, pooles de liquidez, etc. Y otra más soft centrada en la gente, de cercanía e innovación social, con la tecnología dando base a monedas sociales o locales, y de la cual por ejemplo, hace unos años ya que en Argentina la “Moneda Par” da muestras de una dinámica que suma decenas de casos de pequeña o mediana escala en Francia o España.

En los tiempos del cambio nada es lineal, ni de caminos únicos o excluyentes. En paralelo a aquel proceso se asientan las FinTech articulando plataformas de pago digital y tarjetas de crédito sin los bancos; y bancos que arman sus FinTech (o las compran hechas). Claro, ninguna de ellas pone en cuestión la moneda en sí. Pero a la vez, países -China- y hasta regiones -Unión Europea- avanzan en la construcción de su futura moneda digital.

Adelante
Suena ajeno, lejano todo esto? Observemos cuánto efectivo estamos usando, y más en la pandemia. Pagos y cobros por transferencias; pedidos y compras por la web o aplicaciones del smartphone, pagadas con crédito/débito; compras de cercanía y hasta la verdulería, o el kiosco lo pagamos acercando la tarjeta contactless o enfocando con el celular un código QR. No estamos hablando de “lo que viene”. Partes de esa nueva economía las estamos viviendo, ya.

¿Hacia dónde el cambio, hasta dónde? Nadie lo sabe. ¿Reforzará la híper-concentración de la riqueza o facilitará la recuperación de una economía más humana y sostenible? Todo es posible; es el “próximo adyacente”, el futuro que estamos construyendo. Entre todos, cada día.
Marcelo Satulovsky
@marcelosatu | Jul.2020
EN/BN/CC/rp.

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