viernes 29 marzo 2024

“Alegoría del buen y el mal gobierno”

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Por Isabel de Estrada
Nos debatimos sin tregua para transformar a la Argentina en un territorio mas amable no solo para con su gente, sino para con su entorno y el mundo animal. Los animales sueltos, enfermos, maltratados, son consecuencia de lo que nos sucede como sociedad. No van por carriles diferente. Dan testimonio. Forman parte de la corrupción, de la desidia, de la ignorancia, de la violencia del “Mal gobierno”, o como veremos, del “Buen gobierno”.

En cada Municipio del país, existe una partida con la que se podría solucionar este problema. Cuando esta se desvía las consecuencias están a la vista. Quiso el destino que hace ya un tiempo todo esto quedara en evidencia ante mis ojos en un radio de 50 kilómetros. Y aquí lo resumiré.

Luego de un duro año de trabajo decidí tomarme unos días de vacaciones. Dos días antes de mi viaje llegaron a través del Facebook de la Fundación Zorba, unas terribles imágenes. En ellas se veía un improvisado refugio de chapas y alambres oxidados, con decenas de perros lastimados adentro, comiéndose unos a otros. Basura, grandes barriles cargados de osamentas, sangre, moscas y mucho mas…

Averigüe dónde era. Quiso también el destino que fuera en un pueblo muy cercano a mi destino de vacaciones. Junté coraje y hacia allí me dirigí. En mi camino, pasé por un coqueto e impecable pueblo donde me detuve. Observé canastos de basura sencillos y humildes en todas las esquinas, prolijamente atados a los postes, ni un solo papel en el piso, árboles cuidados, los pocos perros que deambulaban libremente por la calle, estaban gordos y relucientes.

Me enteré que en la municipalidad tenían caniles y que hacían castraciones, vacunaban y atendían a los animales. Y que los que circulaban sueltos, eran protegidos por la comunidad. Que el intendente nunca había cambiado su auto y que “aquí somos todos una familia”, como me aseguró un señor mayor en la veterinaria. Seguí viaje.

Cincuenta kilómetros más adelante entré al segundo pueblo, a través de una bella avenida de cipreses que durante mi infancia me hacía evocar la bella Toscana. Esta vez, un olor nauseabundo me sacó rápidamente de mi ensoñación. Varios de los cipreses, estaban secos.

Me detuve a preguntar si alguien conocía un refugio de perros en la zona. Alguien sabría de su existencia? Todos. “Si, claro, ahí al lado del basural” me contestaron, “cerca del matadero”. “Se nos están muriendo los cipreses porque toda la sangre del Matadero va hacia la Avenida, pero como dan mucho trabajo a la gente, se arreglan con el Intendente” me dijeron…

Ahí estaba el olor! Sangre.. “Como el resto recibe planes, nadie se anima a decir nada” siguió contando una mujer. Hacia el refugio me dirigí. El horror que me produjo, era todavía superior al de las imágenes recibidas. Detrás de un precario cartel en colores: “Refugio canino transitorio”, yacían animales sangrantes, mordidos, desesperados, hacinados.

Un pequeño cachorrito se debatía y gritaba para que lo sacáramos de allí, al lado de otro, ya muerto, rodeado de moscas e hinchado. Algunos sin fuerza siquiera para ladrar. Un galgo en carne viva, comido por la sarna. Otra galguita con la mano laxa, mirando hacia el horizonte sin poder caminar. Bolsas de basura, alambres de púa enrollados, chapas con puntas oxidadas, suciedad y desesperación.

Me procuré en el pueblo el teléfono de una señora que estaba a cargo del Refugio canino. Hablé con ella, mujer con corazón que hacía lo imposible. Me aseguró que la Municipalidad le daba alguna bolsa de comida y que tenía algún voluntario, pero que era verano, y la gente estaba de vacaciones. También quiso tranquilizarme diciendo que después de siete años había conseguido una reunión con el Municipio y que con suerte esta vez le darían un predio. Necesitaban ese terreno, me aseguró.

Habíamos entrado en el infierno, en el mundo de la corrupción, del clientelismo y de la oscuridad. Cada estrato de la sociedad, daba cuenta de ello. Los animales, hacinados, atrapados, sufrientes, el último escalón, testigos mudos, como siempre.

Tan solo cincuenta kilómetros entre dos pueblos, con igualdad de riqueza y posibilidades, servían para revelar las diferencias abismales entre un “Mal gobierno” y el “Buen gobierno”.

p.d.: todos los galgos del refugio fueron trasladados a Buenos Aires y hoy viven felices en sus hogares de adopción. Se difundieron las imágenes y el refugio recibió ayuda.
Isabel de Estrada
FundacionZorba/Facebook/Instagram
www.fundacionzorba.org
IG/BN/CC/rp.


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