Por Luis Domenianni
Abuya. Un total de 333 adolescentes secuestrados fue el saldo de una operación llevada a cabo por el grupo terrorista islámico Boko Haram, en la ciudad de Kankara, Estado –provincia- de Katsina, en el noroeste de Nigeria, la noche del 11 al 12 de diciembre 2020.
Liberados, según una primeras y confusas informaciones -aún se desconoce si en su totalidad- sin que medien acciones policiales o militares de por medio, todo lleva a pensar en el pago de un rescate.
El hecho recuerda el secuestro de las 270 escolares secundarias raptadas en abril del 2014, en Chibok, Estado de Borno, 112 de las cuales continúan desaparecidas. Según el líder de la organización, Abubakar Shekau (47 años), fueron vendidas como esclavas o casadas a la fuerza con combatientes. Aquellas que recuperaron la libertad, lo deben al pago de rescates.
No obstante, las dudas persisten acerca de la autoría del masivo secuestro. Es que los hechos de Kankara implican una extensión de envergadura del territorio operativo de Boko Haram. Más de 700 kilómetros equivalentes a 10,5 horas de trayecto separan al Estado de Katsina en el noroeste del de Borno, noreste, donde opera habitualmente la secta.
No son pocos quienes consideran que el secuestro fue llevado a cabo por bandidos comunes, por cuenta de Boko Haram.
En Nigeria, no pasan semanas, a veces, solo días, sin que se conozcan nuevos ataques del yihadismo –guerra santa del fundamentalismo islámico- en la región noreste. Casi siempre la iniciativa corresponde a los islamistas, aunque esporádicamente se produce alguna intervención del Ejército nigeriano, generalmente, con resultado adverso.
Así, el 08 de diciembre de 2020 un ataque del Ejército a un campamento yihadista de Estado Islámico en África del Oeste (ISWAP) fue saldado con diez soldados muertos y uno prisionero. ISWAP es un desprendimiento del tronco central Boko Haram
Pese a que Nigeria es gobernada por un militar retirado, el general Muhammadu Buhari (78 años), el Ejército se muestra absolutamente incapaz de dominar, ni siquiera de golpear a la guerrilla terrorista o al menos de proteger a los civiles.
Prueba de ello fue la masacre de 76 campesinos a 15 kilómetros de Maidiguri, la capital del Estado –provincia- de Borno, por parte de Boko Haram, “castigados por atrapar un djihadista y entregarlo a las autoridades” según justificó en un video subido a las redes un “combatiente” con el rostro cubierto con un turbante.
Desde que comenzaron los encuentros armados en 2009, en la región noreste del país, suman 36 mil –entre civiles, militares y combatiente islámicos- los muertos contabilizados, en tanto que los desplazados superan los 2 millones de personas y son calculadas en más de 4 millones, las personas víctimas de inseguridad alimentaria.
Pese a que en alguna medida mejoró la seguridad en las ciudades –no así en el campo-, la incapacidad del Ejército es tal que el gobernador del Estado de Borno pidió al presidente el reclutamiento “inmediato” de jóvenes de la región para formar milicias paramilitares y el llamado a mercenarios extranjeros para combatir los yihadistas.
La impotencia militar no es tal cuando se trata de amedrentar civiles. Así, al menos, fue denunciado por la organización no gubernamental Amnesty International, que acusó al Ejército nigeriano de arrasar tres aldeas en el nordeste en febrero del 2020.
La denuncia de Amnesty fue recogida por la procuradora general de la Corte Penal Internacional, la natural de Gambia, Fatou Bensouda (59 años) sucesora, en el cargo, del argentino Luis Moreno Ocampo. La procuradora dijo contar con pruebas suficientes para iniciar proceso por violaciones a los derechos humanos en Nigeria y en Ucrania.
A su vez, Nigeria figura en el listado sobre países con mayor cantidad de víctimas producto del estallido de minas antipersonales, en 2019, según el informe anual del Observatorio de Minas. Tras Afganistán, Mali, Ucrania y Yemen, Nigeria ocupa el quinto lugar con 239 muertos.
El fracaso operativo del ejército nigeriano contrasta con la capacidad de las tropas del vecino Chad cuya actuación en el nordeste nigeriano y en el Sahel –Mali y Burkina Faso- resulta central para evitar el peligro de una unificación yihadista.
Es que según otra organización no gubernamental, International Crisis Group con sede en Bruselas, Bélgica, la operación de grupos más o menos yihadistas –y próximos del bandidaje- en el occidente norteño de Nigeria puede oficiar de puente entre los combatientes del Sahel y los del noreste nigeriano, hasta el momento sin contacto conocido.
No obstante, la intensificación de las operaciones yihadistas en las proximidades del Lago Chad de ambos lados de la frontera chadiana-nigeriana, llevó al gobierno del Chad a impartir la orden de retorno a sus tropas para concentrarlas en el territorio nacional. Resultado, éxodo de civiles nigerianos indefensos.
Una herencia colonial
Primero describir Nigeria implica reconocer fronteras heredadas del colonialismo, en este caso británico.
País de poco menos de 1 millón de kilómetros cuadrados de superficie, con una población estimada de poco más de 220 millones de habitantes, no presenta cohesión social alguna, tampoco territorial y menos aún económica.
No sin cierta clarividencia, un administrador colonial, sir Arthur Richard, promulgó en 1946 una Constitución que llevó su nombre y que dividió al país en tres regiones autónomas, Norte, Oeste y Este con la entonces capital Lagos como distrito federal aparte.
Según se la mire, la Constitución Richard tomó en cuenta la realidad en un intento de superar la inviabilidad de la construcción de un país único o, para sus detractores, fue un factor de mayor desunión de un país que nunca estuvo unido.
Si bien la multiplicidad de etnias impide trazar un mapa pormenorizado, la división de la Constitución Richard refleja las realidades poblacionales mayoritarias.
Así, la región Norte es la tierra de hausas y peules, que conforman aproximadamente el 30 por ciento de la población nigeriana, a los que une la religión musulmana, del rito sunita, aunque los divide los idiomas propios que hablan unos y otros.
Los Hausa totalizan en Nigeria unos 50 millones de personas, mientras que otros 9 millones habitan la vecina República del Níger.
De su lado, los peules suman unos 20 millones en Nigeria de los 40 millones de que forman la etnia repartidos principalmente, además de Nigeria, por Guinea, Senegal, Camerún, Malí, Níger y Burkina Faso. El actual presidente Buhari es un peul.
Por su parte, el sudeste nigeriano está poblado principalmente por yorubas que totalizan 50 millones de personas que hablan su propio idioma. Los yorubas son en su mayoría cristianos protestantes evangélicos. Concentrados en Nigeria, también se los encuentra en la vecina Benin.
La esclavitud afectó particularmente a la etnia Yoruba. De allí, su dispersión por el continente americano, en particular Estados Unidos, Brasil, Cuba y Haití. La Santería cubana y dominicana, y el Umbanda brasileño son originarios de los yorubas esclavizados trasladados a América. El Premio Nobel de literatura 1986, Wole Soyinka es un yoruba.
En el sudoeste, la preeminencia corresponde a los igbos con algo más de 40 millones de personas integrantes de la etnia. Hablan su propio idioma y fueron los protagonistas del intento de secesión –República de Biafra- que desató una guerra civil y una hambruna que duró desde 1967 a 1970.
Del lado religioso, los igbos son cristianos, pero se diferencian de los yorubas por el predominio del catolicismo. Entre las personalidades igbo, sobresale el escritor Chinua Achebe, fallecido en Boston, Estados Unidos, en 2013, autor de “Todo se desmorona”, el libro más leído de la literatura africana moderna.
Pero, la diferenciación igbo es además económica. Es en la zona igbo, el delta del río Níger, donde están ubicados los yacimientos petroleros de Nigeria. Socio de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) desde 1970, Nigeria compone en un 90 por ciento sus exportaciones con petróleo y gas. Es el décimo productor mundial.
Si bien hausa-peul, yorubas e igbos conforman, en conjunto, la mayor parte de la población de Nigeria, la diversidad étnica es tal que el país presenta una variedad compuesta por el habla de 50 idiomas, reconocidos como tales y alrededor de 250 dialectos.
Boko Haram y otros
Ni el sudoeste yoruba, ni el sudeste igbo, viven una situación de inseguridad como es el caso del norte musulmán hausa-peul. Si bien existe una especie de guerrilla dedicada a “pinchar” oleoductos en el Delta del Níger, región igbo, nada resulta comparable con Boko Haram y sus desprendimientos.
Fundado en 2002, como una expresión salafista –islamismo rigorista-, Boko Haram, apelativo cuya traducción, discutida, es “la educación occidental es un pecado”, pasó al combate armado tras la muerte de su fundador, el predicado Mohamed Yusuf, en 2009. La vinculación entre la traducción de Boko Haram y los secuestros de estudiantes laicos resulta obvia.
Desde entonces el grupo es liderado por Abubakar Shekau, quien fue dado por muerto en varias ocasiones.
Desde lo teórico, Boko Haram pretende imponer la Sharia, la ley religiosa musulmana, como norma vigente en toda Nigeria, aún en las regiones no islámicas.
Desde lo político, Boko Haram acepta en 2015 el califato de Abu Bakr el-Baghdadi que “gobierna” desde Mosul, Irak, los territorios ocupados entonces por Estado Islámico.
Desde lo práctico, se trata de un numeroso conjunto de asesinos que recaudan sobre la población civil y campesina, a la que castigan de diversas formas –incluido el asesinato- ante desobediencias o denuncias.
La recaudación proviene del concepto árabe “azaque”, traducido como limosna, aunque no se trata de un acto voluntario, sino un precepto –tercero de los cinco pilares del islam- de cumplimiento obligatorio. Claro que nada dice que debe ser pagado a Boko Haram, salvo… el propio Boko Haram.
Aunque durante años, la “secta” poseyó el monopolio de la yihad nigeriana, a la fecha convive con otras expresiones terroristas y con el bandidaje, liso y llano, que afecta el norte pobre del país.
Precisamente, el reciente secuestro de los adolescentes de Kankara bien pudo haber sido llevado a cabo por un grupo de bandidos, ya sea por encargo de Boko Haram o por iniciativa propia, aunque Shekau formule su reivindicación a través de un video en Internet.
Recientemente, también a través de Internet, fue posible ver como hombres con turbantes prestaban sermón de obediencia a Boko Haram. En rigor, se trata de grupos de bandidos –algunas bandas superan los cien integrantes- dedicados, precisamente al secuestro para cobrar rescate, al robo de ganado, a los ataques a transportistas y al transporte de drogas.
Más allá del bandidaje allegado, Boko Haram mantuvo un comando unificado hasta un año después (2016) de su sermón de obediencia a Estado Islámico.
Si bien, se trata de terrorismo despiadado, un desprendimiento de Boko Haram pasó a tener el reconocimiento del califato de Mosul de Estado Islámico. La razón parece ser la metodología extrema usada frente a los civiles de Shekau y sus secuaces, aunque no es demasiado creíble. Más vale, resulta más aproximado pensar en una disputa de liderazgo.
El desprendimiento pasó a llamarse Estado Islámico en África Occidental, ISWAP por sus siglas en inglés. Su comando quedó en manos de Abu Musab, el hijo del fundador de Boko Haram, Mohamed Yusuf. Así fue hasta 2019. Desde entonces, la filial nigeriana de Estado Islámico cambió otras dos veces de liderazgo, asesinatos de por medio, claro.
Impotencia, prepotencia y petróleo
Incapaz de enfrentar a Boko Haram, ISWAP y el bandidaje rural, el Ejército nigeriano se “guarda” en sus cuarteles urbanos y cede a los yihadistas toda la iniciativa que incluye, fundamentalmente, la recaudación de “impuestos” en campos, aldeas y pueblos.
Mientras el Ejército hace gala de ineptitud y nulo coraje, comportamiento opuesto llevan a cabo las fuerzas de seguridad. Claro, la diferencia es que del otro lado, en lugar de guerrilleros experimentados y sanguinarios, se encuentran jóvenes desarmados que protestan por la degradación de la situación económica y la falta de oportunidades.
Fue en octubre pasado, cuando en las principales ciudades de Nigeria las movilizaciones juveniles fueron reprimidas, para algunos, de manera desproporcionada. Cierto es que una cosa lleva a la otra y que las movilizaciones pacíficas degeneraron en violencias y pillajes. También es cierto que los excesos policiales no fueron objeto de investigación.
La contestación proviene de la profundización de la pobreza en gran medida debido a las restricciones impuestas por el coronavirus y, también, de la corrupción que gangrena al Estado y la sociedad nigeriana.
El resultado es una especie de brecha generacional: juventud con pocas esperanzas versus clase política de mucha edad, en gran medida militar, denominada “generación Briafra”, dada su participación en la guerra de secesión de1967-1970.
La gota que rebalsó el vaso fue el incremento del precio del combustible. País petrolero, los desajustes presupuestarios y los desvíos de fondos públicos obligan a echar mano sobre el precio de los hidrocarburos con el consiguiente traslado a precio de los bienes de consumo esenciales.
Como en Venezuela, las subvenciones estatales para los combustibles debieron cesar. Transporte y electricidad, inmediatamente incrementaron sus tarifas. La reacción popular no se hizo esperar.
Cabe consignar que, pese a los años de explotación petrolera –la extracción comenzó en 1956, bajo el dominio británico-, la refinación y la petroquímica, aunque importantes resultan insuficientes y, por ende, ofrecen menos puestos de trabajo que los esperados.
En la actualidad, Nigeria produce casi 2 millones de barriles diarios de petróleo crudo, pero por acuerdo de en el seno de la Organización de Países Exportadores de petróleo, redujo la extracción a 1,4 millones de barriles diarios.
Sus reservas conocidas totalizan 37 mil millones de barriles. A este nivel de extracción -511 millones de barriles anuales- y si no se encuentran nuevos yacimientos, el país más poblado del África dejará de ser petrolero dentro de algo más de… 72 años.
Nota Nigeria:
Territorio: 923.768 km2, puesto 31 sobre 247 países y territorios dependientes.
Población: 223.307.000 habitantes, puesto 6.
Densidad: 242 habitantes por km2, puesto 61.
Producto Bruto Interno: 1 billón 195.446 millones de dólares, puesto 23 (a paridad de poder adquisitivo, PPA). Fuente Fondo Monetario Internacional.
Producto Bruto Interno per cápita (PPA): 6.026 dólares anuales, puesto 126.
Índice de Desarrollo Humano: 0.534, puesto 158. Fuente Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo.
Luís Domenianni
IN/BN/rp.