Australia: pese al intercambio comercial con China, alineación con los Estados Unidos
Por Luis Domenianni
La firmeza del compromiso político y militar australiano con las democracias liberales del mundo suele no ser valorado suficientemente a la luz de sus antecedentes históricos. La Primera y la Segunda Guerras Mundiales, la guerra de Corea y la guerra de Vietnam, por citar los principales conflictos, vieron combatir a las tropas del país continente.
Los tiempos actuales reafirman la tradición. No se trata solo de mantener una coherencia histórica. La agresividad china, en particular, sobre el Mar de China Meridional y los avances de la iniciativa de la Ruta de la Seda sobre los estados insulares de Oceanía resultaron determinantes para actualizar el alineamiento militar de Australia.
En setiembre del 2021, el primer ministro Scott Morrison (liberal) anunció un acuerdo conjunto con el presidente estadounidense Joe Biden y con el primer ministro británico Boris Johnson que dio comienzo a una nueva alianza estratégica militar denominada AUKUS, por las siglas en idioma inglés de los tres países integrantes.
El documento nada dice acerca del objetivo evidente de poner freno a las ambiciones chinas. No obstante, es hacia el régimen dictatorial y expansionista del presidente Xi Jinping hacia donde deben ser dirigidas las miradas para analizar el acuerdo.
De momento, AUKUS se limita al intercambio -léase provisión- de tecnología nuclear para equipar submarinos. En la práctica, se trata de reproducir en Australia, los submarinos a propulsión nuclear norteamericanos y/o británicos. Aclaración: no estarán dotados de armamento nuclear dado que Australia adhiere al Tratado de No Proliferación (TNP).
El objetivo es China, pero la primera víctima fue Francia. Y es que, de un día para el otro, el gobierno australiano “volteó” el contrato firmado en 2016 para que la empresa francesa Naval Group proveyese doce submarinos convencionales por valor de 50 mil millones de dólares. La cuestión provocó un incidente diplomático entre Francia y AUKUS.
Sin duda, el gobierno del primer ministro Morrison se siente más cómodo con sus colegas de habla inglesa. De hecho, aparte AUKUS, participa de otras iniciativas. Una de las más antiguas es el ANZUS, alianza defensiva de Australia, Nueva Zelandia y Estados Unidos establecida en 1951 para garantizar la seguridad en el Pacífico Sur.
Aún más longeva, con fecha de vigencia desde 1941, es la alianza de inteligencia Five Eyes -Cinco Ojos- integrada por los tres del ANZUS más Canadá y el Reino Unido.
Por último y de momento limitada a un foro de intercambio de información, a ejercicios militares conjuntos y a cumbres políticas semi regulares, aparece Quad, cuyos antecedentes remontan a 2007 y su revitalización ocurrió en 2017. Quad es integrado, además de por Australia y los Estados Unidos, por la India y por Japón.
Cualquier observador puede deducir con facilidad que la geopolítica australiana en el Pacífico es consecuente con las posiciones norteamericanas y aparece condicionada por las intenciones expansionistas chinas. Particularmente, en Taiwán y en el Mar de la China Meridional, donde la libre circulación de navíos comerciales peligra ante los avances chinos.
La reacción de la dictadura comunista no se hizo esperar. Es más, llegó hasta hablar de eventuales muertes de soldados australianos en el Mar de China Meridional, en caso de conflicto armado. Cierto, la declaración no fue de ningún funcionario, pero sí del ultra oficialista diario Global Times, editado en Pekín, que solo expresa puntos de vista oficiales.
Geopolítica
La mayor parte de los países del mundo que muestran un alto grado de desarrollo y, por tanto, una mayor capacidad de independencia a la hora de tomar decisiones, suelen supeditarlas a los intereses comerciales.
Ejemplo reciente y más que notorio, las hesitaciones de Alemania frente a la amenaza rusa de invasión a Ucrania. Hesitaciones que se deben a la provisión de gas que Rusia envía a Alemania a través del gasoducto Nord Stream 1 y a la puesta en funcionamiento del Nord Stream 2 prácticamente finalizado.
No es el caso de Australia. Con 103.000 millones de dólares anuales China se ubica como su primer comprador a una distancia considerable de quienes la siguen: Japón con 40.000 millones; Corea del Sur con 17.500 millones; y recién entonces Reino Unidos y Estados Unidos con 10.500 y 10.100 millones, respectivamente.
Si observamos las importaciones australianas, también el primer lugar es ocupado por China con 57.000 millones; seguido por Estados Unidos con 26.200 millones; Japón con 15.400 millones; Tailandia con 10.600 millones; y Alemania con 10.500.
Las exportaciones australianas son, básicamente, mineras: hierro, carbón, oro y cobre entre los cinco primeros rubros, y la carne bovina que ocupa el cuarto lugar. El hierro y, sobre todo, el carbón, en altísimas proporciones, tiene como destino China. Con el agravante para el carbón cuya comercialización está en declive en todo el mundo dado su carácter contaminante.
Un dato más, la balanza comercial australiano-china es francamente favorable al país insular con poco menos de 50 mil millones de dólares de superávit.
El conjunto de cifras y guarismos permite imaginar una posición cuanto menos prudente del gobierno australiano frente al autoritarismo y la agresividad china. Pues bien, todo lo contrario, y no se trata solo de las alianzas militares y de seguridad, también de posiciones políticas como el boicot diplomático a los Juegos Olímpicos de Invierto en Pekín.
En términos generales, el boicot diplomático es una medida meramente simbólica. Consiste en la no asistencia de miembros del cuerpo diplomático acreditado ante el gobierno de un país, en este caso China, a la apertura de un evento oficial, en este caso la apertura de los Juegos Olímpicos de Invierno.
Solo los integrantes de Five Eyes (Cinco Ojos) adhirieron a la medida impulsada por Estados Unidos. Sin embargo, los fundamentos del boicot fueron extremadamente enojosos para la dictadura china: las violaciones a los derechos humanos en Tíbet, en Sinkiang Uigur y en Hong Kong.
La lista de contenciosos australiano-chinos se alarga por cuenta de otras decisiones del gobierno australiano del primer ministro Morrison. Por ejemplo, la prohibición para las empresas australianas de celebrar contratos relativos a la telefonía móvil 5G con la proveedora Huawei, muy vinculada al gobierno chino.
También debe incluirse el reclamo australiano de una investigación independiente que determine con objetividad los orígenes de la pandemia del Coronavirus, cuestión que permanece en la nebulosa antes las trabas a que fueron sometidas en China dos misiones de la Organización Mundial de la Salud.
Sin olvidar, claro, el AUKUS y la decisión de dotar de submarinos nucleares a la marina australiana, considerados por China como provocación.
La contrapartida fueron sanciones, bajo formas de aumento de aranceles, para productos australianos tales como el carbón, la cebada, el algodón, la carne bovina, los cítricos, los derivados lácteos, el vino y el azúcar, que China importa.
Raro ejemplo en el mundo occidental desarrollado, el de Australia, que toma decisiones geopolíticas claramente separadas de sus intereses comerciales.
Comercio
No obstante, los diferendos entre Australia y China, nada impidió su vinculación en la Asociación Económica Integral Regional (RCEP, por sus siglas en idioma inglés), originada en un tratado firmado en 2020 en Camboya que entró en vigor el 1 de enero del 2022.
El RCEP pasa a ser el bloque comercial más grande del mundo, por encima del Trans-Pacific Partnership (TPP) -que une a países ribereños del Océano Pacífico-, y por delante de la Unión Europea (UE). Nuclea un tercio de la población y del Producto Bruto mundial y pasó a ser catalogado como el nuevo centro de gravedad del comercio mundial.
Al nuevo nucleamiento adhieren los diez países de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN), a saber: Birmania -suspendida tras el golpe de Estado militar en ese país-, Brunéi, Camboya, Filipinas, Indonesia, Laos, Malasia, Singapur, Tailandia y Vietnam. A ellos, el RCEP suma cinco de peso diverso: Australia, China, Corea del Sur, Japón y Nueva Zelandia.
Sin dudas, el RCEP es un triunfo chino en detrimento del TPP que cayó en semi desgracia por la política proteccionista del expresidente Donald Trump quién retiró a los Estados Unidos de dicho acuerdo- El TPP incluye a los oceánicos Australia y Nueva Zelandia; a los asiáticos Vietnam, Japón, Brunéi, Malasia y Singapur; y a los americanos Canadá, México, Chile y Perú.
Lo contradictorio del acuerdo del RCEP es, precisamente, la convivencia entre Australia y China. En particular porque la respuesta china a las descritas acciones geopolíticas australianas fue la suba de aranceles para los productos que Australia exporta a China.
Si, por un lado, Australia mantiene esta dualidad con China, ocurre otro tanto por otra zona del mundo. Es decir, en la relación con Europa.
Durante los últimos días del 2021, Australia y el Reino Unido firmaron un acuerdo de libre comercio, presentado en Londres como el primer éxito comercial del gobierno del primer ministro Boris Johnson, tras el Brexit.
Paralelamente, el contencioso de los submarinos franceses postergó las negociaciones para crear una zona de libre comercio entre Australia y la Unión Europea. La presidente de la Comisión Europea, la alemana Ursula von der Leyden fue más allá. Calificó de inaceptable el tratamiento que recibió Francia. Acercamiento con unos, distanciamiento con otros.
Medio ambiente y pandemia
El 13 de enero del 2021 el termómetro alcanzó los 50,7 grados centígrados de temperatura en la aislada ciudad costera de Onslow, recostada sobre el Océano Índico, en el estado de Australia Occidental. El registro igualó el récord verificado 62 años antes en Oodnadata, pequeña ciudad ubicada en el estado de Australia Meridional.
El Consejo Australiano para el Clima advirtió que dichas temperaturas pueden repetirse dado el calentamiento climático que padece el planeta. Sin embargo, para los escépticos del cambio climático, el hecho de una repetición 62 años después deja muchas dudas sobre tal afirmación. Hace 62 años, los gases invernadero emitidos a la atmósfera eran insignificantes.
La cuestión arroja leña al debate sobre el tema climático y medio ambiental, en particular, tras la negativa del gobierno del primer ministro Morrison de firmar el acuerdo -suscrito por cuarenta países-, en Edimburgo, Escocia, para abandonar progresivamente la extracción de carbón. Cabe señalar que China y los Estados Unidos tampoco firmaron.
Tras muchas resistencias, el gobierno australiano dio a conocer, el 26 de octubre de 2021, un objetivo de “neutralidad carbono” por alcanzar en 2050. Un plan muy criticado por la falta de detalles y por el hecho de recostarse sobre innovaciones tecnológicas que aun… no se conocen.
Australia es el primer productor mundial de carbón y de gas licuado. Se trata de un dato no menor que define porqué el gobierno rechaza cualquier avance que ponga en peligro la prosperidad del país alcanzada gracias a sus recursos naturales. Así, nada de tasa carbono -impuesto sobre la emisión de dióxido de carbono-, ni de medidas restrictivas.
No es de extrañar entonces que, en la calificación mundial de 170 países llevada a cabo por Naciones Unidas en julio de 2021 sobre las acciones emprendidas para luchar contra la crisis climática por 170 países, Australia aparezca en último lugar.
La pretensión australiana de alcanzar un grado de “potencia exportadora” de productos tales como el propio hidrógeno, el amoníaco, el acero y el aluminio determina que la prioridad no es adelantar el objetivo de la neutralidad carbono, sino de encontrar un equilibrio que permita mantener y acrecentar el empleo en las regiones mineras.
Pero, una mirada sobre los socios comerciales de Australia permite ver que catorce de los veinte principales avanzan para alcanzar la neutralidad. Una decisión que condiciona a la propia isla-continente si pretende conservar su parte del mercado mundial.
Presionado por una parte de la opinión pública ambientalista de su país y por las presiones internacionales, el primer ministro Morrison definió una política ambiental a la que califica como “prudente”.
De allí que la propuesta para llevar a cabo una reducción en la contaminación ambiental por efecto invernadero consiste en la inversión “masiva” en nuevas tecnologías, particularmente en la producción de hidrógeno “limpio”.
Bajo la denominación “limpio” se cobijan dos tipos de hidrógeno. El “verde” producido a partir de energías renovables y el “azul” surgido desde energías “fósiles” cuya tecnología de producción aún no alcanzó un grado de desarrollo suficiente y amerita el rechazo anticipado de las organizaciones medioambientales.
Con todo, el anuncio del primer ministro Morrison de alcanzar la neutralidad carbono en 2050 fue considerado como un avance importante por ambientalistas, por distintos tipos de organizaciones sociales y civiles, por algunos sectores políticos y por buena parte de la opinión pública.
Político pragmático por donde se lo busque, Morrison supo captar el momento y formuló el anuncio del 2050 y de la inversión masiva en nuevas tecnologías. Como se dijo, la opinión pública y las presiones de sus aliados Estados Unidos y el Reino Unido fueron la razón de su impulso.
Su pragmatismo también fue puesto de manifiesto ante la pandemia del COVID más allá del caso Novak Djokovic. Con amplia repercusión mediática, el número uno del tenis mundial fue privado de su visa australiana por no estar vacunado y por mentir sobre situación sanitaria. Esta vez, no hubo pragmatismo, sino principios universales.
Diferente es la relación del gobierno con su política sanitaria, en particular la referida a la apertura de sus fronteras. Con un cierre total desde marzo del 2020, el país adoptó la tesitura de COVID cero que representó un aislamiento a ultranza frente al mundo exterior. Inclusive los ciudadanos australianos que retornaban del exterior debían afrontar una cuarentena
Ahora, presionado por circunstancias tales como la falta de mano de obra en algunos sectores o la ausencia de los estudiantes extranjeros que totalizan unos 130 mil jóvenes, el país “reabre” según dijo la ministra del Interior, Karen Andrews. Ya no necesitarán cuarentena los australianos, ni quienes detentan visa, ni japoneses, surcoreanos o singapurenses.
Una apertura que aún no alcanza al turismo, sector económico que languidece, pero que fue puesta en práctica en noviembre del 2021, en pleno apogeo de ómicron. Pragmatismo, si los hay.
INT/ag.luisdomenianni.vfn/rp.