viernes 19 abril 2024

Alemania, en medio de dificultades económicas, el gobierno encara el rearme militar

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Por Luis Domenianni

Tras la pandemia del coronavirus, el nuevo canciller federal -primer ministro- de Alemania, Olaf Scholtz, jamás imaginó que su gobierno iba a verse sacudido por un acontecimiento cuyas consecuencias son aún imponderables. A Angela Merkel tocó el COVID, a Scholtz la invasión rusa a Ucrania.

A menos de mil kilómetros de distancia entre los puntos más cercanos de Alemania y de Ucrania, el conflicto armado, provocado por el gobierno ruso del autoritario presidente Vladimir Putin, no limita su influencia sobre la cuestión militar. Es, además, para Alemania de naturaleza energética, económica y política.

Particularmente dubitativo al comienzo del ataque ruso contra Ucrania, el canciller federal reaccionó demasiado tarde frente al intento de zarpazo del omnipotente Putin.

No fue el único, toda la clase política alemana -desde la ex canciller federal Angela Merkel hasta los neofascistas de Alternativa para Alemania- creyeron en aquello de las buenas relaciones comerciales que “moderan” cualquier ambición territorial, más aún mediante el empleo de la fuerza.

A la fecha, Scholtz no desconoce públicamente su equivocación que fue -en distinta medida- la de todos los líderes europeos occidentales, incluido el fogoso expresidente norteamericano Donald Trump. No así de los europeos orientales que siempre alertaron sobre el peligro ruso.

Ahora, el jefe del gobierno alemán es tajante. “La realidad es el retorno del imperialismo en Europa” asevera sin vueltas.

Y continúa; “el estado de nuestra Bundeswehr -el ejército alemán- y de las estructuras de defensa civil junto con nuestra fuerte dependencia respecto de la energía -gas y petróleo- rusa demuestran que nos dejamos acunar por un equivocado sentimiento de seguridad”.

El tardío reconocimiento de la belicosidad del gobierno ruso no impide, claro está, reaccionar. Quedó superada la fórmula pacifista de convivencia “comercial” con Rusia. Hace falta enfrentar. La cuestión que deberá saldar la historia es en qué medida.

De momento, las decisiones alemanas son el rearme y la modernización de la Bundeswehr, la amplificación del sostenimiento a Ucrania y el final de la dependencia energética respecto de Rusia.

En el caso de la modernización de la Bundewehr, el Bundestag -la cámara baja del Parlamento alemán- votó con carácter de enmienda constitucional, un fondo especial de 100 mil millones de euros al efecto. La decisión contó con 593 votos a favor, solo 80 en contra y 7 abstenciones.

A favor, votó no solo el oficialismo compuesto por la socialdemocracia, los verdes y los liberales, también lo hizo la oposición conservadora. Es decir, la principal fuerza de oposición en el Congreso.

El desglose de los 100 mil millones beneficia, en primer término, a la Fuerza Aérea alemana. Comprende la adquisición de 35 aviones de combate F-35 fabricados por el constructor norteamericano Lockheed Martin que reemplazará los viejos Tornado, utilizados desde los años 1970.

El F-35 es el único avión occidental homologado para el transporte de bombas atómicas. Consecuencia, con su incorporación Alemania participará del programa de disuasión de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).

Junto a los F-35, la Fuerza Aérea será dotada con aviones de caza Eurofighter, fabricados por la europea Airbus; helicópteros de combate Chinook, provistos por la norteamericana Boeing y drones Herón TP, producidos en Israel.

El Ejército y la Armada, aunque con menos recursos también formarán parte del rearme. Nuevos materiales de comunicación, sistemas de satélite y hasta equipamiento para soldados y munición, forman parte del programa.

En síntesis, Alemania cumplirá así con la decisión de la OTAN de elevar al dos por ciento del PBI nacional a los gastos en defensa de cada uno de sus integrantes.

La energía

Si las relaciones exteriores en sus dos vertientes -diplomática y militar- aparecen como encaminada tras la definición, con matices, del enemigo, en el plano interior las consecuencias amenazan una cohesión que, hasta aquí, no presentó fisuras.

El talón de Aquiles de la decisión de enfrentar al autoritarismo -en este caso, al imperialismo ruso- es la dependencia energética que Alemania exhibe en la provisión de gas y petróleo proveniente del exterior, en particular de Rusia.

Por el momento, no es constatable una penuria en el abastecimiento de ambas fuentes de energía. Pero, sólo por el momento. La próxima llegada del invierno complica la “resistencia” de los hogares y privilegia a algunos tipos de industrias por sobre otros.

No hay para todos. La lucha por la defensa de la libertad exige sacrificios cuya predisposición es incierta.

Además, los actuales libramientos de gas y de petróleo ruso, diversas excusas mediante, son cuando menos inestables. Razones de “mantenimiento” paralizaron el suministro de gas ruso a través del ducto Nordstream I. Finalizados los “trabajos”, el suministro nunca fue normalizado. A la fecha, representa solo el 20 por ciento del volumen inyectado antes del “parate”.

A nadie le caben dudas sobre la actitud hostil que, en la materia, exhibe el gobierno Putin. No obstante, todo tiene un límite. La Rusia actual extrae sus principales ingresos de la exportación, gasoductos y oleoductos mediante, de combustibles fósiles. El eventual sacrificio de algunos europeos puede representar un duro golpe para los recursos rusos.

Los alemanes siempre se distinguieron por su disciplina a la hora de mostrar sus comportamientos sociales e individuales. Esta vez, no es la excepción. Así, el consumo de gas promedio cayó en julio 2022, con relación al mismo mes del año anterior, un 21 por ciento.

El sacrificio no es menor para las empresas. Desde Mercedes hasta Siemens, la reducción es significativa. Algunas ya están en condiciones de reemplazar el gas. Otras, no tanto. Todas confían en la palabra empeñada del canciller Scholtz: “tendremos gas”, aseguró en su conferencia de prensa tras unos días de descanso estival.

No son palabras huecas. Las decisiones al respecto ya fueron tomadas. Para escapar de las penurias del desabastecimiento gasífero, tres objetivos fueron definidos.

Primero: continuar con una reducción del consumo cifrada en un 20 por ciento, como ya fue alcanzada. Segundo: reducir en un 20 por ciento los volúmenes de gas que Alemania transfiere a otros países europeos. Tercero: la entrada en servicio de dos terminales de gas natural líquido, prevista para enero próximo.

Aunque el gobierno lo reconoce a medias, existe un cuarto. El abandono, aunque sea momentáneo, del reemplazo de la energía nuclear proveniente de las centrales más allá del próximo 31 de diciembre, fecha en que debían dejar de producir.

Tanto la legislación alemana como la europea prevén la protección de los particulares y la de servicios esenciales como hospitales y casas de retiro. El resto de la economía no cuenta con ninguna garantía.

No se trata de protección, sino de esencialismo. ¿Cuáles son las industrias que conseguirán dicha calificación? Parece sencillo, pero no deja de ser un problema particularmente complejo. Ejemplo: nadie discutiría que la industria farmacéutica es esencial ¿Pero lo es también la industria de embalajes para los medicamentos que produce?

A la fecha, la agencia federal alemana que se ocupa de la red de distribución del gas enfrenta un “lobby” exacerbado que pugna por evitar o limitar las restricciones. Y el peligro está a la vuelta de la esquina: la recesión.

¿Recesión?

El segundo trimestre del 2022 arrojó un resultado de estancamiento para la economía alemana. Mientras el país del Rin no creció, las economías más grandes europeas consiguieron ampliarse. Eso sí, a un nivel considerado bajo, por no decir insuficiente. Francia mejoró en un 0,5 por ciento, Italia en un 1 por ciento y España en un 1,1 por ciento.

Explicaciones no faltan. La pandemia del COVID, las redes de distribución perturbadas, el alza de los precios y la invasión rusa contra Ucrania pueden ser considerados justificativos válidos. No obstante, los mismos problemas sufre el resto de los países desarrollados y no por ello detienen su moderado crecimiento.

Las mediciones sobre el “humor” empresarial revelan una fuerte caída de las expectativas a un nivel similar al de la finalización de la pandemia.

El éxito alemán de los últimos años se debió a la provisión de energía a buen precio, por no decir barata, y a una fuerte participación de las exportaciones sobre el Producto Bruto. Todo un escenario que desapareció.

Al cuadro, debe agregarse la penuria en materia de mano de obra. Según el instituto económico IFO, alrededor de dos millones de puestos de trabajo están vacantes. Algunos sectores de servicios como el turismo, pese al incremento de la actividad tras la pandemia, no logra recuperar la mano de obra empleada pre COVID.

Es que tras el “parate” obligatorio por el COVID, la endeblez del sector quedó puesta en evidencia. Hotelería, restauración y transporte es lo primero que deja de funcionar en caso de emergencia nacional. Sus trabajadores prefieren emigrar hacia otras ocupaciones.

El faltante de personal es tal que el gobierno alemán, al menos en sus componentes liberal y verde, estudia la posibilidad de adoptar un sistema de inmigración a la “canadiense”. Es decir, por puntos. Más puntos para quienes resulten idóneos en aquellas actividades donde el país no cuenta con suficientes recursos humanos.

La gran ventaja de sistema es que la solicitud se llena en el país de origen y el resultado, si es favorable, permite que el candidato emigre directamente hacia Alemania desde su país de origen, legalmente.

Según diversas proyecciones, el país debería ingresar 400 mil inmigrantes anuales hasta el año 2030 para mantener su fuerza de trabajo imprescindible.

Los males de la economía alemana, otrora tan sólida, no acaban allí: la sequía estival no solo perjudicó cosechas con menores rindes, sino que influyó sobre las vías de comunicación fluviales. El Elba, pero, sobre todo, el Rin con escaso calado, motivó que la navegación fuese restringida y la carga limitada a un promedio del 30 por ciento de la capacidad de transporte.

Por último, aunque no menor, la inflación. Medida anualmente a julio 2022, el alza de los precios fue de 7,5 por ciento. La variación mensual fue del 0,9 por ciento, valores altísimos para la otrora muy estable economía alemana.

La situación forzó al gobierno a tomar medidas para paliar las consecuencias del aumento de precios sobre los hogares, en particular, los menos favorecidos. Si bien los subsidios para el combustible y los transportes no continúan, el salario mínimo aumentó casi un 30 por ciento y se mantienen los subsidios para viviendas.

Los vaivenes electorales

Tras cumplir 16 años en el gobierno -cuatro legislaturas- la canciller federal Angela Merkel dio un paso al costado. No se presentó a elecciones y su partido conservador perdió a mano de una socialdemocracia que retorna sin una figura excluyente, pero con el nuevo canciller federal Olaf Scholtz, 64 años, como cabeza del ejecutivo.

El resultado electoral de las legislativas del 26 de setiembre de 2021 fue un ajustado triunfo socialdemócrata que terminó en primer lugar con 206 diputados contra 197 de los partidos conservadores.

Lejos para cualquiera de alcanzar una mayoría directa -368 diputados- a fin de formar gobierno sin compañía. Comenzó entonces un largo período de negociación para sumar a los 118 escaños conquistados por los verdes, tercera fuerza, y los 92 liberales, con el cuarto bloque legislativo.

El resto de los contendientes quedaron relegados al quinto lugar para Alternativa para Alemania -extrema derecha- con 83 escaños y 39 para la izquierda populista Die Linke. Por último, un vecinalista fue electo en la región del Schleswig meridional, norte de Alemania.

De los 16 estados federados alemanes, “land” en lengua alemana, 12 optaron por los socialdemócratas; dos lo hicieron por los conservadores, los occidentales Baviera y Baden-Wurtemberg; y dos por la extrema derecha, los orientales Turingia y Sajonia.

El reparto del gobierno subsiguiente fue de ocho ministerios para los socialdemócratas, incluida la cancillería federal para Olaf Scholtz; cinco para los verdes con la vicecancillería y el ministerio de Relaciones Exteriores; y cuatro ministerios para los liberales que incluye el Ministerio de Finanzas.

A la fecha y pese a los para nada sencillos desafíos que enfrenta Alemania, el gobierno se mantuvo unido sin fisuras, desde su asunción, el 08 de diciembre del 2021.

Desde entonces, tres elecciones regionales transcurrieron en la República Federal. La primera fue en Berlín, poco después de las generales de setiembre. Como era previsible, vencieron los socialdemócratas, aunque con pérdida de votos y de escaños. Los únicos que avanzaron fueron los verdes que sumaron cinco escaños adicionales y quedaron segundos.

Luego se votó en el pequeño estado del Sarre, donde tradicionalmente vencen los socialdemócratas. Esta vez no fue la excepción. Los socialdemócratas, aumentaron su representación regional, al punto que les es suficiente para gobernar el estado en solitario.

Pero, en mayo pasado, el gobierno sufrió su primer revés al perder el primer lugar frente a los conservadores en Renania del Norte-Westfalia, poblada por 18 millones de habitantes. Los verdes concretaron allí una impresionante elección con un crecimiento de sus votos en un 142 por ciento.

Por el momento, nadie imagina complicaciones políticas para el gobierno, aunque la frágil memoria del canciller federal Scholtz puede jugarle una mala pasada. En particular si no logra recuperarla para explicar, como testigo, las razones por las cuales el gobierno del land de Hamburgo no reclamó, en el 2016, el pago de impuestos atrasados a un banco local.

Se trata de 47 millones de euros que el M.M.Warburg & Co no pagó en el marco de un escándalo mayor. Ahora, la comisión investigadora llamó a declarar a Scholtz que no puede recordar ningún detalle pese a que, en aquel momento, se desempeñaba en el land de Hamburgo como… ministro presidente, máxima autoridad.

INT/ag.luisdeomenianni.vfn/rp.

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