Jerusalén. Los partidos judíos ultraortodoxos están resistiendo la presión para levantar las exenciones de los estudiantes religiosos del servicio militar, mientras el primer ministro Benjamín Netanyahu lucha por preservar su coalición y distribuir de manera justa la carga de la guerra en toda la sociedad.
Ante la inminente fecha límite del 31 de marzo para que el gobierno israelí presente una legislación que resuelva un estancamiento de décadas sobre el tema, Netanyahu presentó una solicitud de último minuto ante la Corte Suprema para un aplazamiento de 30 días .
En un aparente acuerdo, la Corte Suprema dio a los funcionarios del gobierno hasta el 30 de abril para presentar argumentos adicionales. Pero, en un fallo provisional, también ordenó la suspensión de la financiación estatal para los estudiantes de seminario que estarían sujetos al servicio militar obligatorio a partir del lunes.
Las exenciones ofrecidas a la comunidad ultraortodoxa haredi se remontan a los primeros días del Estado de Israel en 1948, cuando su primer ministro, el socialista David Ben-Gurion, eximió del servicio militar a unos 400 estudiantes para que pudieran dedicarse a actividades religiosas. estudiar. Al hacerlo, Ben-Gurion esperaba mantener vivos los conocimientos y tradiciones sagrados casi eliminados en el Holocausto.
Desde entonces, las exenciones se han convertido en un dolor de cabeza cada vez mayor a medida que la comunidad en rápido crecimiento se ha expandido hasta representar más del 13% de la población de Israel, una proporción que se espera alcance alrededor de un tercio dentro de 40 años debido a una alta tasa de natalidad.
La resistencia ultraortodoxa a alistarse en el ejército se basa en su fuerte sentido de identidad religiosa, que muchas familias temen que se vea debilitado por el servicio militar.
Algunos hombres haredíes sirven en el ejército, pero la mayoría no, lo que muchos israelíes seculares sienten que exacerba las divisiones sociales. Muchos hombres ultraortodoxos, que a menudo viven en barrios predominantemente ortodoxos y dedican sus vidas al estudio religioso, no trabajan por dinero, sino que viven de donaciones, beneficios estatales y los salarios, a menudo irrisorios, de sus esposas, muchas de las cuales sí trabajan.
Para los israelíes laicos, cuyos impuestos subsidian a los haredim y que están obligados a servir en el ejército, las exenciones han generado durante mucho tiempo resentimiento y éste ha aumentado en los seis meses transcurridos desde el inicio de la guerra en Gaza.
Muchos israelíes consideran la guerra contra Hamás como una batalla existencial por el futuro del país, y unos 300.000 reservistas se unieron para luchar. Las encuestas de opinión indican un apoyo público muy amplio a la eliminación de las exenciones del borrador ultraortodoxo.
Para Netanyahu hay mucho en juego. Si bien la opinión pública parece favorecer la eliminación de las exenciones, su gobierno incluye dos partidos ultraortodoxos cuya salida podría desencadenar nuevas elecciones, que las encuestas de opinión indican que perdería.
El jueves, los dos partidos, Judaísmo Unido de la Torá y Shas, denunciaron el último fallo de la Corte Suprema y prometieron luchar contra él, aunque hasta ahora no han amenazado explícitamente con abandonar el gobierno.
Por otro lado, los aliados del ministro de Defensa, Yoav Gallant, incluido el centrista Benny Gantz, un ex general del ejército que está en la primera posición para convertirse en primer ministro si se celebran elecciones, quieren que más israelíes sirvan para compartir la carga de manera más amplia.
Gallant dijo recientemente que cualquier nueva ley de reclutamiento necesitaría el apoyo de todos los partidos, sugiriendo que se opondría a cualquier nueva legislación que mantuviera las exenciones.
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