viernes 19 abril 2024

La emisión de criptomonedas. La “minería” Bitcoin.

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Por Dr. José Eduardo Fernández
En el artículo anterior repasamos las características que debe reunir el dinero para brindar el servicio de manera eficiente de acercar las valoraciones que tienen de su propiedad, quienes quieren realizar un intercambio de bienes o servicios.
Nota 2.

Las bitcoins poseen las cualidades requeridas para ser una moneda entendida como medio de intercambio utilizado generalizadamente. Son perfectamente homogéneas, es decir, su estandarización las hace perfectamente fungibles, imposibles de falsificar, como se verá, fácilmente divisibles, almacenables con un costo despreciable y que estará disimulado entre la infinidad de servicios que brindan a los usurarios los equipos informáticos y las redes de internet, e imperecederas.

Para un acercamiento más amigable a la estructura organizativa de Bitcoin habría que concebirla como un juego en que los participantes acuerdan otorgarle valor a 21 millones de fichas divisibles en hasta 100 millones de sub unidades. Estas fichas no son físicas sino virtuales y se podrá llegar a ellas para desarrollar el juego de comerciar a través de una computadora, una laptop, una tablet, un celular, una consola de video, etc. Cada participante en este juego tendría una “planilla” en la que irá detallando cada transacción de estas fichas, o cada fracción de ellas, sean cobros o pagos.

La particularidad de las reglas de juego es que antes de que los participantes puedan consignar una transacción en sus cuadernos, uno de los millones de participantes en la comunidad de Bitcoin deberá expedirse sobre la validez de esa transacción, comprobando que el pagador dispone de saldo para completar la operación en una “billetera” virtual. Toda la operación aquí sintetizada se realiza a la vista de toda la comunidad y cada participante tiene acceso al registro el histórico de cobros y pagos desde el inicio de la red Bitcoin en 2009.

Este mecanismo no hace necesario que deba existir un banco, como sucede con los bancos centrales de los países, en la que depositar la confianza, ya que es muy difícil, en la actualidad parece imposible, falsearlo. Por otro lado, cada transacción es irreversible, lo que le da mayor estabilidad a todas las operaciones, en contraposición con lo que pasa con los pagos gestionados por el sistema bancario, siempre susceptibles de revisión dentro del engorroso mundo de las regulaciones corporativas y estatales.

Tal y como lo definió su creador Satoshi Nakamoto en el ‘paper’ fundacional de Bitcoin, se trata de una moneda electrónica cuyo nombre relaciona al bit electrónico con coin, moneda en inglés, que resulta de una secuencia de transacciones realizadas y registradas a partir de dispositivos informáticos con capacidad de almacenamiento de datos, a través de los cuales se transmite la posesión de esta unidad de cuenta informática.

Esta particular unidad de cuenta, que se podría asimilar a una moneda como se verá, no existe en sí misma, es decir, no es un código numérico único e incopiable, ni una especie de ficha digital que se almacena en un dispositivo o en ‘la nube’. Esta unidad de cuenta se perfecciona en el momento en que se registra en forma del saldo contable que resulta de ir anotando en un registro digital y en estricto orden cronológico las sucesivas transacciones por las que las monedas electrónicas se transfieren de un propietario a otro.

Existe, entonces, una similitud con la acreditación de pesos en la cuenta bancaria del acreedor cuando se transfiere desde la cuenta de un deudor una suma para extinguir una obligación. De este mecanismo se concluye que el concepto de dinero digital no es novedoso ya que es el modo más habitual de transferencia de activos monetarios. Se trata de pesos que solo existen en la medida que la contabilidad de los bancos emisores y receptores los reflejen en sus asientos contables, que, a su vez, son digitalizados.

Conceptualmente, pues, no existe diferencia con Bitcoin, exceptuando el hecho de que los usuarios de pesos pueden materializarlos en billetes físicos y viceversa. En este último caso se pueden depositar billetes físicos en una cuenta bancaria que se reflejará en un aumento en la misma magnitud agregada a los anteriores pesos digitales ya contabilizados. La diferencia de los pesos con Bitcoin es, entonces, que esta criptomoneda es exclusivamente digital, sin representación física alguna.

La posibilidad de los pesos de moverse indistintamente en el mundo digital y físico, no es la única diferencia con Bitcoin.

En el mundo del dinero físico, sean estos billetes, monedas, oro, etc., la posesión del instrumento da un título de propiedad sobre él, es decir que es robable o hurtable, pero en el mundo electrónico requiere un tercero de confianza para almacenar, actualizar y mantener la integridad del registro contable que da vida a la moneda virtual. En el ámbito de los pesos ese papel lo desempeñan de forma centralizada y en exclusiva las entidades financieras, bancos, comerciales, públicos o privados y sobre todo, el Banco Central de la República Argentina (BCRA).

En el caso de la red Bitcoin esa función la realizan de manera descentralizada todos los usuarios, sin más restricción que poseer un dispositivo conectado a internet con el ‘software’ correspondiente instalado. Esto se consigue haciendo público el registro completo, para que cualquiera disponga en su dispositivo de una réplica del mismo y poder así verificar una transacción -validar las firmas, comprobar el saldo del pagador- sin necesidad de recurrir a un banco o a una compañía de tarjetas de crédito.

La “minería” de Bitcoin.
Ahora bien, ¿si no hay una autoridad central, quién emite cada bitcoin? El proceso de acuñación dentro de la red Bitcoin difiere del modo en que se realiza con el dinero fiduciario convencional, que es creado, en base a insumos de muy bajo costo, como por ejemplo papel o tela no tejida, tinta, hilos de metal, etc, por las autoridades estatales autorizadas a la emisión (BCRA, Banco Central Europeo, Reserva Federal, Banco de Inglaterra, etc.).

También la banca privada o estatal tiene la posibilidad de crear dinero cuando concede crédito basado en el sistema llamado de Reserva Fraccionaria. Este sistema otorga al intermediario financiero bancario, público o privado, la posibilidad de prestar dinero más allá de las sumas que los depositantes les han otorgado o descalzando los plazos, solo debiendo guardar en resguardo una “fracción” de ese dinero.

En el caso de Bitcoin las nuevas unidades monetaria electrónicas se crean también en el propio sistema cada vez que se añade al registro un grupo de nuevas transacciones. Esto no ocurre a discreción de la autoridad monetaria que tenga la producción monopólica de billetes y monedas, como sucede con el BCRA o la autoridad monetaria que sea, sino en cantidades y a un ritmo predeterminado y conocido por cualquier usuario o no del sistema.

Estas nuevas unidades monetarias se crean añadiendo una transacción por los llamados “mineros”, que son usuarios que compiten por el derecho a añadir al registro de Bitcoin nuevas unidades de la criptomoneda. Los “mineros” consiguen estas recompensas dedicando más recursos que otros usuarios del sistema que no realizan esa inversión, por no estar interesados en el intento o por no considerarse en condiciones de afrontar el desafío.

El término ‘minero’ no aparece como el adecuado para identificar a quien agrega nuevas unidades de bitcoins al sistema. Daría la impresión de que su función sería la de extraer de algún lugar preexistente los nuevos bitcoins que serían, entonces, descubiertos. En realidad, el papel de los “mineros” es certificar las transacciones que se añaden al registro global, cumpliendo tareas asimilables a un contador que llevara el diario Mayor de un banco o una compañía financiera donde se asientan saldos de cuentas de sus clientes. El sistema supone un enorme gasto de recursos informáticos y de electricidad, por lo que la prerrogativa de anotarse en su haber un nuevo bitcoin es la retribución que obtienen por el esfuerzo realizado.

Además de esta importante retribución, los “mineros” perciben comisiones de las propias transacciones añadidas. El sistema, como se dijo, está programado para crear un número finito de monedas digitales (21 millones), alcanzado ese límite, los mineros ya no recibirán nuevos bitcoins. Tampoco en este caso hay semejanza con la minería ya que el emprendimiento concluye cuando se agota el mineral económicamente rentable a extraer, y en Bitcoin continúa aunque ya no haya unidades a “extraer”.

Se puede concluir que la emisión de esta criptomoneda se encuentra a salvo de políticas de expansión monetaria, sin el acompañamiento de la creación de igual cantidad de bienes y servicios, como habitualmente efectúan las autoridades monetarias, y que se pueden constatar sin mucho esfuerzo consultando los índices de inflación. Al tratarse de un número cerrado de unidades sin posibilidad de aumentarse y ante la falta de incentivos de la comunidad Bitcoin de hacer “política monetaria” para enfrentar algún problema macroeconómico o ganar la próxima elección, los bitcoins tienden a su revaluación, lo que lo emparenta con el dinero más exitoso de la historia de la humanidad: el oro.
Dr. José Eduardo Fernández
Profesor titular en las Carreras de Licenciatura en Economía Empresarial y en la Licenciatura en Turismo, materia Principios de Economía, de la Universidad Nacional de Lanús
EN/BN/CC/rp.

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